Independientemente de que elija opciones orgánicas o inorgánicas, algunos consejos hacen que la fertilización sea más eficaz
Los propietarios de jardines saben que no todas las plantas se adaptan fácilmente al suelo autóctono. A menudo, para evitar la pérdida de especies, es necesario utilizar abonos -orgánicos o inorgánicos- que faciliten la preparación del suelo para recibir las plantas elegidas.
El abono orgánico es el que procede de materias animales o vegetales, como estiércol, cáscaras y restos vegetales, descompuestas o aún en proceso de descomposición. Considerados la solución más ecológicamente correcta y sostenible, los compost orgánicos son las principales opciones para que el cuello de la planta no se queme como consecuencia de la fermentación de los residuos.
El abono inorgánico, en cambio, se extrae de minerales o derivados del petróleo, como los fosfatos, carbonatos, cloruros y salitre de Chile. Esta versión es la elegida por quienes buscan una absorción más rápida y, en consecuencia, un resultado más rápido. Los abonos inorgánicos permiten, además, una mayor asertividad de sus componentes: al tener una composición química definida, es más fácil determinar la cantidad a utilizar en cada caso.
Independientemente del tipo de abono elegido, hay que tener ciertos cuidados para obtener lo mejor del suelo del jardín. Si buscas una forma de potenciar tu fertilizante, echa un vistazo a estos consejos que pueden ayudarte:
En primer lugar, mediante un compostaje equilibrado: la función del compost es suplir las necesidades del suelo. Por lo tanto, es necesario mantener un suelo adecuado para la especie elegida. Los elementos a tener en cuenta cambian según el periodo de la planta. Durante el crecimiento, es fundamental mantener equilibradas las cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio. Durante los periodos de floración y fructificación, es necesario que disminuya el nitrógeno y aumenten el potasio y el fósforo.
Preste atención al periodo elegido para la fertilización: las plantas que estén en reposo vegetativo no deben fertilizarse. Esta recomendación se debe a la escasa utilización de nutrientes que se produce durante esta fase. Además, es importante evitar el uso de fertilizantes en el periodo próximo a la cosecha.
La frecuencia recomendada es mensual, excepto en periodos de temperaturas más frías, como de mayo a julio, sobre todo justo antes y después de la floración, ya que si la planta se abona durante este periodo, puede perder los botones florales. En cuanto los frutos hayan brotado, el proceso puede empezar de nuevo.
También está indicado aplicar menos abono o exactamente la cantidad sugerida en el envase. El exceso puede hacer que las plantas se marchiten o mueran de un día para otro.
El clima también influye: a la hora de abonar las plantas no sólo hay que tener en cuenta la estación, sino también el tiempo. Se recomienda realizar el proceso en días nublados, para no sufrir los efectos del calor, ni extenderse inadecuadamente con la lluvia.
En el caso de los abonos foliares, aquellos que se diluyen en agua y se pulverizan sobre las hojas, no deben aplicarse en plantas que reciban luz solar directa. Para evitar que se quemen las hojas y garantizar una mejor absorción de las sales, se recomienda aplicar el producto a última hora de la tarde y, si es posible, retirar la planta a un lugar sombreado durante tres días.
Pida ayuda profesional: llamar a un especialista en estudios del suelo es una opción que merece la pena. Con un diagnóstico correcto del estado del suelo, evitará abonar en exceso un suelo que ya es ácido. En estas circunstancias, el abono es ineficaz y perjudica el desarrollo de las plantas. En cambio, los lugares con suelos más arenosos, como la costa, por ejemplo, necesitan más abono.
El agua es importante: tan fundamental como la cantidad adecuada de abono es no descuidar el riego durante el proceso. Las plantas que están siendo abonadas tienden a deshidratarse con facilidad.
Curtir el estiércol antes de aplicarlo a las plantas: Si utiliza abono orgánico, es esencial curtir el estiércol antes de aplicarlo a las plantas. El estiércol en su fase «fresca» es muy rico en nitrógeno, y este gas, al igual que el amoníaco, se considera tóxico para las especies vegetales.
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Fuente: Mundo Husqvarna